Lo primero que haremos será preparar el molde. Utilizaremos uno redondo de 15 cm de diámetro, o uno parecido en capacidad.
Ponemos a hacer el caramelo. En una sartén antiadherente, ponemos el azúcar, la miel y el agua, removemos un poco con una cuchara para que se mezclen, y luego lo ponemos a fuego medio. Dejamos que se vaya formando el caramelo sin moverlo más.
Mientras, montamos una clara con la pizca de sal, con la batidora de varillas en un recipiente resistente al calor. Reservamos.
Cuando veamos que el caramelo se esté formando, y tenga un color dorado claro, lo apagamos.
Seguido, vamos incorporando este caramelo a la clara que tenemos montada, en forma de hilo y con la batidora en marcha. Cuidaremos de que el caramelo no caiga sobre las varillas.
Seguiremos batiendo, hasta que el merengue (la clara + el caramelo) se haya enfriado.
Una vez frio el merengue, tanto preparación como el recipiente, añadimos la crema de maní. Con ayuda de una espátula de silicona, mezclamos todo, hasta que se integren completamente.
Pasamos esta mezcla al molde que tenemos preparado. Con ayuda de la espátula y de nuestros propios dedos, extenderemos la mezcla para repartirla por todo el molde, además de presionarla para compactarla.
Tapamos con film el molde, pegando este a la preparación y presionando un poquito para igualar la superficie. Llevamos el molde al frigorífico durante 24 horas.
Pasadas las horas, desmoldamos tirando del mismo film, que retiraremos una vez pasada la preparación a una superficie plana. Partimos esta preparación como más nos guste y ya solo queda servirlo.