Preparamos los tarros que vayamos a utilizar, sin son pequeños unos tres o cuatro, si son un poco grandes, uno o dos. Los lavamos, y luego los hervimos diez minutos, y dejamos que se sequen.
Lo primero que tenemos que hacer es escaldar los tomates, para poder pelarlos con facilidad.
Ponemos a hervir agua en una cazuela, y hacemos dos cortes en forma de cruz en la piel de los tomates (como en la foto), reservamos hasta que el agua empiece a hervir. También preparamos un recipiente con agua muy fría, agua con cubitos de hielo si puede ser.
Una vez empiece a hervir el agua, metemos los tomates durante un minuto. Pasado el minuto, los pasamos al recipiente con agua helada, donde les dejamos cinco minutos antes de empezar a limpiarlos.
Primero retiramos la piel a los tomates, y también retiraremos las pitas que tenga, y lo no comestible del tomate. Los troceamos y ponemos en un bol.
Ya con ellos limpios los pesamos, para obtener el kilo que necesitamos.
Añadimos el azúcar por encima de los tomates troceados y la vainilla, removemos bien y tapamos con film trasparente. Dejamos reposar en el frigorífico (si hace mucho calor) de un día para otro.
Ponemos los tomates a fuego lento, durante una hora y media más o menos, removiendo muy frecuentemente. Hasta que veamos que la mezcla ha quedado muy reducida y tiene aspecto de mermelada.
Apagamos el fuego, y directamente llenamos los botes que tenemos preparados. Los llenamos hasta el borde, cerramos bien, y les ponemos sobre una superficie hasta que enfríen completamente, dados la vuelta, con la tapa para abajo, así se formará el vacío.