Ponemos a precalentar el horno a 210ºC.
Preparamos el molde. He utilizado un molde de 26 cm de diámetro desmontable. Para ello, vamos a partir dos trozos de papel de hornear, lo suficientemente grandes para que sobresalgan por los lados. Mojamos estos trozos de papel para que se vuelvan más flexibles, y los escurrimos muy bien antes de forrar el molde por el interior. Reservamos.
En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar, hasta que estén bien batidos.
Añadimos el queso, y mezclamos a velocidad baja, hasta que esté casi completamente integrado.
Añadimos la cucharada de harina y batimos. Enseguida estará completamente integrada lo mismo que el queso.
Sin dejar de batir añadimos la nata, y seguimos batiendo hasta conseguir una crema suave y homogénea.
Vertemos esta mezcla en el molde que tenemos preparado, y horneamos durante 40 minutos. La rejilla debe estar en el centro del horno, como mucho, bajaremos un nivel la rejilla si nuestro molde es alto. El calor arriba y abajo.
A los 40 minutos apagamos el horno, y dejamos descansar dentro la tarta de queso durante 10 minutos, con la puerta un poquito abierta.
Sacamos del horno y dejamos sobre una rejilla el molde durante un mínimo de 2 horas.
A las dos horas, el centro de la tarta estará muy muy cremosa, de puede deshacer un poquito. Si la dejamos de 4 a 6 horas, la tarta estará más cuajada, pero igual de cremosa.
Desmoldamos sobre el recipiente donde vayamos a servirla, tratándola de manera delicada, ya que el papel puede estar un poco pegado.