Empezamos preparando el molde. Un molde cuadrado de 20 cm y 5 cm de profundidad. Forramos el interior con papel de hornear, dejando que sobresalga por los lados.
Preparamos la base de la tarta. Trituramos los bizcochos, y mezclamos bien con la mantequilla fundida, distribuimos la mezcla por la base. Presionamos la mezcla para compactarla, e intentamos que quede distribuida uniformemente y lisa posible.
De la piña que tenemos, cogeremos 3 de las rodajas, que serán las que horneemos. Las vamos a partir por la mitad, para que queden mucho más delgadas. No importa, si se rompe cuando las cortemos. Ponemos la piña laminada en la bandeja del horno, sobre papel de hornear, y horneamos la piña a 200 ºC durante diez minutos más o menos. La bandeja la situaremos arriba del horno, y utilizaremos solo calor arriba. Nos tienen que quedar un poco doradas, según las vayamos viendo, las dejaremos unos minutos más. No hace falta precalentar el horno.
Una vez horneada, sacamos la bandeja y dejamos que se enfríe allí mismo.
En un vaso ponemos la gelatina con el agua, removemos un poco y dejamos que se hidrate.
En un bol, ponemos el queso y el azúcar y mezclamos muy bien con unas varillas manuales, probamos, si te gusta un poco más dulce, añade una o dos cucharadas de azúcar y remueve. Reservamos.
Cortamos el resto de la piña en trocitos pequeños, y los añadimos a la mezcla de queso y azúcar.
Calentamos la gelatina que tenemos hidratando en el vaso, y lo mezclamos con 125 ml de jugo de piña que tenemos. Mezclamos rápido y lo añadimos a la mezcla que tenemos en el bol, y mezclamos muy bien con las varillas.
Pasamos toda la mezcla al molde que tenemos preparado con la base. Tapamos con papel film y lo llevamos al frigorífico, hasta el día siguiente o cuando esté bien cuajado.
La piña que hemos horneado, la guardaremos también en el frigorífico, hasta que desmoldemos la tarta, y la utilizaremos para adornarla.