Antes de nada, decir que el molde utilizado es de 25 cm de diámetro.
En un bol grande, ponemos la harina, la sal, la mantequilla y el azúcar. Empezamos amasando con los dedos, para ir haciendo la mantequilla mas chiquita.
Cuando tenemos la mantequilla mas o menos integrada, empezamos a amasar bien, mezclando todos los ingredientes.
En el momento que la masa se despega bien del bol, lo pasamos a la encimara ligeramente enharinada. Y empezamos a añadir el agua que hemos mezclado con la leche, de poco en poco. Añadimos un poquito, amasamos bien… si aún no está fina… añadimos un poquito mas… así hasta que la pasta quede fina.
Estiramos la masa con un rodillo. Cuando la estéis estirando, vais a ver como encoge, tú la estiras, y ella se repliega… Es normal… Sí.. es normal. Sólo hay que seguir pasando el rodillo y verás como coge la forma.
Forramos el molde con la pasta estirada. La situamos encima del molde, y la dejamos caer encima, y con delicadeza, la vamos acomodando al interior del molde. Para quitar fácilmente la pasta sobrante del borde, pasamos el rodillo por encima apretando un poco, y veréis como se corta la pasta.Antes de hornearla, pincha el fondo y los laterales con un tenedor, y puedes poner peso encima (papel alba con unas legumbres encima) , para asegurarte que no se va a hinchar.
Horneamos durante 40-45 minutos a 180ºC. Para saber que está horneada la pasta quebrada, primero nos fijamos en los bordes, cuando veamos que se empiezan a tener color, retiramos el peso de encima, y dejamos que se dore toda la superficie. Hay que estar atentos, porque cuando empieza a dorarse, va bastante rápido, y si nos despistamos, podemos quemar la masa. Peroooo… recordar, tiene que estar dorada para que esté cocinada, si está demasiado blanquita, puede estar cruda por dentro.
Una vez que la sacamos del horno, la dejamos enfriar en el mismo molde, antes de rellenarla con la crema de limón.